Palabras de la editorial el día jueves 27 de julio en el Centro Cultural de La Cruz, con motivo del lanzamiento del fotolibro sobre la extinta Poza Cristalina.
El año pasado, de noche, fui a ver a los Viking´s 5 en la plaza de La Cruz, al medio de la oscuridad había un set de fotos expuestas, en ellas habían fragmentos de la comuna. Algunos caminaban. Saltando, corriendo, patas arriba, risas. Yo iluminaba con mi linterna. Una mamá se detiene y observa sonriendo. Son niños veloces que deforman la foto. La mujer con entusiasmo hablaba con ella de pequeña y emanaba brillo de sus ojos. Apago la luz. Era la foto del paseo tradicional del Refugio de Cristo a La Poza Cristalina, hoy portada del fotolibro.
Ese hito fue la evidencia del afecto genuino de alguien por el balneario. El artificio de la fotografía explotó en su gran valor, traernos hoy un momento eterno. La madre enseñaba a las niñas todo lo que ella había vivido. ¿Cuál fue la imagen que eligió para hacer su memoria?
No sé quién ni de dónde era ella. No importa. Yo no he nacido ni vivido en La Cruz, paso por acá. Tal como la Poza, pareciera que no tiene comuna. Su recuerdo viene desde el corazón, fuera de las fronteras administrativas, porque fueron tantos que la hicieron, le dieron nombre y existencia. A puro boca a boca, un lienzo, confianza y astucia transformaron la naturaleza en experiencias de vida.
Cada persona tiene su propia verdad. Este salón está lleno de ellas. Largos factores se cruzan, no nos pondremos de acuerdo en cuál va antes que otro, por eso, mejor no discutamos al respecto y pongamos todas esas verdades como únicas y posibles. Las distintas voces que ofrecieron su memoria son valiosas. Seguro este fotolibro no las tiene todas, porque ninguna edición lo ha podido, son pequeños esfuerzos, recortes de experiencias que se suman en una materialidad para entregar un relato. Papel, tinta y corchete sostienen la voluntad de construir un objeto de imagen y testimonio. Que no queda en un lugar. Camina y trasciende. En distintos escenarios, dentro y fuera de la comuna. No tiene dueños, la posibilidad de los libros va más lejos de quién tiene los ejemplares impresos. Abre conversaciones nuevas utilizando materiales del pasado.
Como editorial sumamos el esfuerzo de construir un objeto que busca incansablemente lo nuevo. Porque creo que siempre es mejor algo nuevo, que algo “bueno”. Lo bueno es relativo a los juicios morales y probablemente sean tan diversos como los rostros en este lanzamiento. Ese nuevo que se para en un lugar propio y observa la realidad, no intenta reiterar lo que ya sabemos, idealizar, ni complacer por capricho a quién lee, busca hablar con su voz, sin un lugar común que sólo sirve para cualquier campaña electoral o diatriba de redes sociales. Por eso quisimos dar vida, personalidad y voz a La Cristalina. Como un ser que describe, reflexiona, se involucra, pone el cuerpo y también equivoca, tiene fisuras, igual que yo, igual que todos nosotros, para hablar de cuáles fueron las voluntades que le dieron forma, las decisiones están ahí, cada una y uno de ustedes podrán juzgar en sus intimidades, este fotolibro no trae una verdad absoluta.
En un recorrido por el terreno donde se ubicaba la Poza verificamos el abandono de los márgenes comunales. Sumido en un acopio de escombros de quienes no tuvieron espacio para acumular su basura, lo que antes estuvo repleto de juventud y vida, hoy es un resumidero de lo que no queremos ver y hacernos cargo. Pero está ahí. Impugnando. Este fotolibro no es la bandera flameante que indica lo que hay que hacer, ya sabrán quienes decidan y quieran, sólo es poner sobre el papel, sin retórica, lo que certificamos a principios de este año.
Con María, socióloga que recogió con su mano el testimonio aquí escrito y Filipo, editor y escritor que con decisión transformó ese testimonio en la voz de la Cristalina, uno de los primeros ejercicios creativos fue ver el documental “Al Costado de la Costa” de la fotógrafa Agnes Varda. Hoy, recuerdo el comienzo del film que decía: “No tenemos intención de fotografiar a los habitantes típicos. La imagen clásica los quiere siempre viejos y encantadores”. Esa intención es la que quiero compartir. Si bien nuestro cajón de herramientas estaba repleto de elementos viejos, como lo son la mayoría de las fotos, muchos muertos y enfermos, testimonios corroídos, la vinculación de la imagen con la literatura –pienso– que puede abrir algo nuevo, donde el inconsciente, tal como en los sueños construye otra realidad. Propia, con referentes personales, imaginando su vida con ese pasado. Hoy están quienes ayer plantaron álamos, hicieron bailar, salvaron ahogados, sirvieron carne jugosa y expulsaron borrachos. Vivieron glorias, pasaron tragedias, levantaron historia. Los honramos por todo lo que entregaron, por lo que tenían que hacer. A las que pudieron estar ahí, haciendo gala al ocio como un valor de vida, elemento vital para todas las personas, ellas también son parte. Y el agua salpicó a las orillas, a quienes sólo pueden imaginar esos días estivales, construyendo sus propias pozas, así la historia no sólo se cuenta. Es cercano el sentimiento del poeta regional Carlos Pezoa Véliz cuando observa la infancia bañándose: “Calzones arriba, piernas desnudas, ánimo alegre, los muchachuelos se hunden hasta las rodillas en el agua. Ella les moja, y esa fescura se mete en la salud, en el ánimo. ¡Qué gritan los chicos cuando se bañan a sol y agua en la inconmensurable libertad del aire libre! Las manos hurgan el cauce; salen riscos agrietados y piedrecillas deformes que los chicos echan al aire y que después caen en un golpe cristalino, levantando sobre la clara superficie miles de chispas blancas. Los gritos, las chuscadas, las risas se confunden al gorgoriteo chapurreado del agua, hasta no haber distingos posibles entre las voces inconscientes de un chiquillo y el chapaleo de la onda. Muévanse los brazos, los ojos, los labios. Insinúanse gestos, ademanes, palabras. De pronto hay risa general… ¿Algún chiste? ¡Nada! El agua, el agua, el agua…”
Agradezco la apuesta de la Junta de Vecinos de Lo Rojas. En su sentimiento de estrecha cercanía a la Poza Cristalina, la inversión es por sacudir la historia y traspasar las generaciones. Cuando antes cruzaban en bestias al río, hoy en minutos avanzan en camionetas sobre el puente. Las tecnologías cambian, la historia se transforma.
Pienso en la mujer de la foto de la plaza, ¿dónde estará?. Me gustaría verla y que esta edición esté con ella, quizás ahí pueda estar la imagen de su memoria.
Este fotolibro también, es para quien no pertenece, para quien nunca la vio.